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¿Primera consulta gratuita?



Es la primera cuestión que hoy en día nos plantean los clientes…

Somos muchos los abogados, sin embargo, que discrepamos de la política de la primera consulta gratuita, no sólo porque está en juego nuestra dignidad como profesionales, sino porque supone, para la mayoría de despachos, asumir un grave riesgo de pérdida de tiempo y de dinero. Respecto al principal motivo para rechazar esta estrategia de captación de clientes, nuestra dignidad profesional, es obvio: en un mundo tan mercantilista como el que vivimos, en el que sólo se valoran las cosas por el precio que se les da en el mercado, ¿cómo van a valorar nuestros potenciales clientes nuestros servicios si somos los primeros que los facilitamos gratuitamente?. No poner precio a nuestros conocimientos y al tiempo que dedicamos a nuestros clientes, es tirarnos piedras a nuestro propio tejado, al menospreciar de antemano unos conocimientos para los que hemos tenido que realizar una gran inversión en tiempo, esfuerzo y dinero. Siendo impensable que otro tipo de profesionales atiendan a sus clientes, en sus respectivos despachos o consultas, sin cobrarles, ¿por qué se tiene que dar por hecho que sí lo tenemos que hacer los abogados?. El segundo motivo para rechazar esta práctica es, evidentemente, la pérdida de dinero y de tiempo que supone atender consultas sin cobrarlas. Con esta mala política de la primera visita gratis asumimos el riesgo de atender, demasiado a menudo, una tipología de “clientes” que te visitan esa única vez, porque les sale gratis, llevándose bajo el brazo un primer diagnóstico sobre su problema legal y, a la par, y sin ningún coste, un presupuesto con el que poder comparar el precio de tus servicios con los de otros abogados… clientes que suelen ir esa sola vez y no les vuelves a ver jamás…

Estos argumentos son, por sí solos, suficientemente convincentes para que la mayoría de despachos de abogados nos planteemos si es una buena idea no cobrar la primera visita… Al margen de estos motivos, hay que tener en cuenta que no todos los despachos de abogados pueden asumir ese tipo de riesgos, por lo que este tipo de reclamo para captar clientes supone, no sólo un desprestigio a nuestra profesión, sino, además, una práctica de competencia desleal que, en mi modesta opinión, debería estar prohibida y ser sancionada por los colegios de abogados.

Respecto a nuestros potenciales clientes, ¿qué motivos deberían llevarles a comprender que, no sólo la primera consulta, sino todas las siguientes, así como todos los servicios que realizan los abogados, se les tienen que pagar?. Pues es algo tan simple como asumir que nadie hace de buen grado un trabajo por el cual no se le está pagando. Por muy vocacional que sea nuestra profesión necesitamos, como cualquier otro profesional, que se nos remunere. A parte de tener que costear los gastos que supone mantener nuestros despachos, nuestro tiempo y nuestros conocimientos bien merecen ser compensados económicamente. Por desgracia, estamos habituados a valorar productos que podemos tocar y mirar, pero no sabemos valorar un servicio profesional. Pues bien, nuestro trabajo no sólo consiste en representar a nuestros clientes en juicio, aunque esta sea la función más visible y vistosa de los abogados, detrás de la misma hay toda una labor de investigación, de lectura y de análisis de normas y jurisprudencia, que es imprescindible para llevar a buen puerto los asuntos de nuestros clientes. Por otro lado, también conviene plantearse que no todos los asuntos tienen una posible solución legal o jurídica. De ahí la utilidad de la primera consulta y la conveniencia de cobrarla y de pagarla. Un abogado que ha cobrado por la primera visita o consulta, difícilmente tendrá la tentación de engañarte, no tendrá ningún tipo de aliciente en mentirte para intentar que inicies acciones judiciales suicidas a fin de poderte facturar.

Por lo tanto, por ética, sentido de la responsabilidad profesional, honestidad y sentido común, tenemos que cobrar como abogados y pagar como clientes esa primera consulta. No contribuyamos a que con este tipo de prácticas nuestra valiosa profesión se convierta en un trabajo y un servicio precario. Demos a nuestros conocimientos y a nuestra profesión el valor y el prestigio que se merecen.

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